sábado, 7 de abril de 2018

Memorial Valenciaga: treinta años largos de sueños antes de verlos cumplidos en 2017


1984. Un joven aprendiz de periodista, que juntaba sus primeras letras en el periódico Sierra de Madrid, con especial predilección por contar historias de ciclismo, oye hablar por primera vez del Valenciaga al enterarse que un chaval de la zona, Jesús Alonso, de Cercedilla, ganaba la prestigiosa carrera eibarresa. "Es la mejor carrera del campo aficionado", escuché por primera vez, y "el que gana pasa a profesionales", lo que sucedió con el corredor de Cajamadrid que al año siguiente se convertía en integrante del plantel del Zor.

1997. Presente por primera vez en unos Mundiales de carretera, en San Sebastián, recabo informaciones sobre Oscar Freire, tras haber logrado la medalla de plata en la prueba sub23. "¡Pero si ha ganado el Valenciaga!", frase lo suficientemente significativa para hacerme una idea bastante clara sobre el potencial del cántabro... y volverme a despertar el mayor interés por la prueba...

1999-2016.  ... que no pude seguir en ninguno de los años en que forma parte de la Copa de España. Cuando no me coincidía con otra competición, el descanso después de otros días de trabajo era una pobre justificación para mi pereza en acudir a Eibar. Pensaba en que me iba a pasar como a varios buenos amigos -y excelentes periodistas- como Josu Garai, Carlos González o Jesús Gómez Peña que precisamente por razones profesionales parecidas jamás han podido vivir la magia del Valenciaga.

Todos esas ediciones se plasmaron en crónicas gracias a las llamadas a los hombres del Eibarrés -con un especial cariño hacia Ramón Arizaga-, o a colegas que tuvieron la suerte de vivir la prueba en directo. De compartir recuerdos como el del triunfo de Mikel Nieve en 2007, de Joseba Iturria (Gara), "con la victoria de Mikel Nieve, el trampolín que necesitaba. Era un ciclista regular, pero que ese día demostró su calidad para la escalada, al subir Ixua en compañía de Joaquín Novoa y aprovechó la debilidad de su compañero de fuga en las bajadas para dejarlo en la de San Miguel y aventajarlo en 24 segundos en la meta de Eibar. Esa victoria no solo llamó la atención de Miguel Madariaga para ficharlo. También le hizo creer en sus posibilidades".

Aunque son más colegas los que recuerdan la edición de 2011, como nos cuenta Unai Iraragorri, ahora director de Zikloland y jefe de prensa de Euskadi Murias. "Tuve la suerte de ver desde el coche neutro, la mejor butaca para una retransmisión on-line, la exhibición de Evgeny Shalunov, un ruso de 19 años que culminó 120 kilómetros en fuga, los últimos 34 en solitario. Recuerdo que fue un día de lluvia y niebla, en la que la figura de este niño rubio, de la escuela rusa del Lokomotiv, fue la de un titán en Elgeta, Areitio, Ixua y San Miguel. Aquel 4 de abril entendí la magia que la envuelve y disfruté como pocas veces".

En cuanto al fotógrafo Oscar Matxin, me habla en especial de la "edición del 2010, la que ganó Víctor Cabedo, ya que siempre tuve muy buena relación con el equipo Seguros Bilbao, y también con Víctor y su familia, por lo que esa victoria fue muy especial para mí; fue un placer poder vivirla y fotografiarla de primera mano. Su muerte en septiembre del 2012 fue un palo muy duro para todos. Sin embargo, poder ver a su hermano Óscar llegar al mundo del ciclismo de competición, también dentro de la estructura del Seguros Bilbao, y verle evolucionar edición a edición hasta llegar a luchar hasta el último metro por la victoria en el 2017 supuso una inmensa alegría. Lo 'mejor' de todo es que ya no podrá ganarlo... porque este año ya le estamos viendo de profesional en el Burgos, además con su hermano mayor, José, a los mandos del equipo".

2017. Esa edición que cuenta Oscar, sin embargo, ya la pude vivir en primera persona... sin saber que sería el último año en que prestaría mis servicios en la RFEC.  Aprovechando que la tarde anterior tenía prueba de pista en Anoeta, reservo una habitación en Elgoibar -Eibar estaba copado- y me despierto con la ilusión que tienen los niños el día de Reyes para desplazarme, ese 9 de abril, hasta la salida en la Platza Untzaga, con el mismo sentimiento que tuve un par de años antes al 'pisar' mi primer tramo de pavés en la París-Roubaix.

Allí encuentro y procuro saludar a todo el mundillo ciclista, casi sin excepciones. Como un recién jubilado Benito Urraburu, que esta vez acude como simple espectador. "Yo la llamo 'la carrera'. Basta mirar, en general, su palmarés y sus puestos de honor para ver lo mejor del ciclismo español durante los últimos veinte años, aunque algunos ciclistas no llegaron a donde prometían. Pero lo más importante es que es que es una competición profesional metida en el campo aficionado, por su nivel organizativo y deportivo, que se mantiene desde que yo la conozco en sus inicios. En Eibar hay tradición y una gran cultura organizativa".

Micrófono en mano, presentando la prueba, se halla la polifacética y entusiasta Arritxu Iribar. "No tengo duda, para mí la mejor clásica de la categoría de aficionados, por recorrido, participación, organización… el mejor escaparate para el ciclismo aficionado: se enseñan los mejores productos y lo saben los equipos profesionales. Haciendo memoria tengo mil recuerdos pero no se pueden recoger todos -aunque recuerda también la exhiubición de Shalunov-. No tengo duda: hay que ser ciclista, con mayúsculas, para destacar en el  Valenciaga, para mí una carrera de profesionales para aficionados".

Poco a poco van apareciendo en el podio los primeros equipos para la presentación, mientras que la organización va atando los últimos cabos, con una meticulosidad exquisita. Ya hubo tiempo para divertirse en la cena de la víspera; ahora es el turno del ciclismo. "Lo que me gustaría destacar es que da la impresión de que están organizando una prueba del World Tour -me dice Ainara Hernando, que pese a su juventud ya tiene una década de recuerdos-, son una gente estupenda con las que he tenido la suerte de compartir otras muchas pruebas de aficionados, Gorla, Aitzondo... Larrea trae el vino, Arritxu el pan y Enekoitz las anchoas rasuradas la noche anterior por él mismo y el chorizo de casa. Los demás basta con que llevemos ganas de comer, y en cada paso de la carrera, el 'amaiketako' no puede faltar".

Pero sin duda el 'forastero' que mejor conoce el Valenciaga está en un corro un poco más adelante. Es David González, el responsable del pelotón aficionado en Ciclismo a Fondo, hablando entre otros con el ya hace muchos años retirado Esteban Fernández, el director del mítico Cajamadrid -precisamente el hombre que dirigía en 1984 a Jesús Alonso- que tampoco se pierde nunca 'la carrera'. "Llevo acudiendo de forma ininterrumpida desde hace veintisiete años, a una carrera que se ha mantenido por el compromiso de todo una ciudad -me cuenta David-, que ha entendido que el Valenciaga es una oportunidad de dar a conocerse en toda España, con su Ayuntamiento a la cabeza, con un nutrido grupo de colaboradores grandes y pequeños. Y por su puesto, con un equipo entregado, fiel, infatigable al paso del tiempo y que ha logrado lo que muy pocos organizadores consiguen: encontrar relevo. Cada miembro sabe lo que tiene que hacer y se especializa en una tarea,  que, por pequeña que sea, cuida con mimo, con detalle, recibiendo la sabiduría de la persona que la ha desempeñado con anterioridad y conociendo las vicisitudes  que entraña la organización de una prueba ciclista. Ante todo son  conscientes de que el secreto del éxito es la suma de todos los pequeños detalles.  Y lo más importante es que nadie quiere ser más que nadie. Han dado prioridad al buen hacer de la carrera dejando de lado los intereses personales y el protagonismo". 

Una impresión que corroboro en el momento de meterme en el coche. Tengo la suerte de poder seguir mi primer Valenciaga en otra de las localidades de privilegio, en el coche del juez adjunto que va por delante de carrera. Muchas iniciativas, ataques y contraataques, en unas carreteras que reciben una fina lluvia -nada que ver con aquellas épicas ediciones que ganaron 'Chechu' Rubiera o Unai Osa en los noventa bajo un impresionante aguacero, como me recuerda Rafa Gómez, otro de los históricos en las carreteras guipuzcoanas-, antes de que en San Miguel se quede seleccionado el grupo de doce ciclistas que se juegan la prueba, y de que Álvaro Cuadros remate el gran trabajo de su equipo, con un ataque a falta de cinco kilómetros que le permite entrar con cuatro segundos sobre ciclistas como Sergio Samitier, Manuel Sola, Edu Llacer y Fernando Barceló.

Sin perder detalle de la carrera, no puedo dejar de mirar el gentío que se agolpa a lo largo de todo el recorrido, un público entusiasta y entendido que reconoce por igual el esfuerzo de los chavales, sin reparar en que sean estrellas, y por supuesto en la cuesta de meta en Toribio Etxebarria, recordando las palabras de Ainara unas horas antes sobre su primera edición. "Era una calle estrecha, cerradísima, donde había estado la fábrica de armería de Eibar, llena de gente, donde se oía muchísimo los gritos de ánimo de la gente; nada de espacios abiertos, plazas o similar, que suele ser lo típico en una meta ciclista". En todo caso, un final impresionante, para una carrera impresionante, tras treinta años de espera. Y por cierto, ese último ganador también ha promocionado al pelotón profesional, como manda la tradición.



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