lunes, 22 de abril de 2013

Veinte razones para amar el ciclismo y sólo una para temerlo




De vez en cuando suelo recibir, por correo o en las redes sociales, esta simpática imagen que nos muestra veinte (creo que hay muchas más) razones para amar el ciclismo, que son, traducidas, las siguientes:

1. Gente encantadora.
2. Tecnología bonita.
3. Maillots de colores llamativos.
4. La forma en que los pedales encajan en las zapatillas actualmente.
5. Ayuda a mantener las cafeterías las mañanas de los domingos.
6. La euforia de bajar pendientes muy rápido.
7. Es increíblemente bueno para tu salud (hasta donde llegan mis conocimientos médicos).
8. Es una forma rápida de ir desde A hasta B.
9. Es un antídoto contra la depresión.
10.  Fascinantes estrategias en carrera (demasiado complicado de explicar).
11.  El reto de escalar montañas.
12.  Puedes ir a cualquier parte (obviamente, no a cualquier parte).
13.  La impresionante vista del pelotón pasando zumbando.
14.  Ver una carrera de cerca.
15.  Es divertido perderse.
16.  Comer un montón y quemarlo (comida, por si no queda claro).
17.  No contamina (algo de sudor, pero sin importancia).
18.  La cerveza tras la ruta.
19.  Es barato (bueno, más o menos).
20.  La sensación del viento en tu pelo (* tal vez deberías llevar casco).

Pero hay una sola razón cada vez más poderosa para temer, incluso para “odiar” –en el caso de familiares directamente ‘tocados’ por una desgracia-, el ciclismo. No son los automovilistas, en general, sino una parte de ellos, en los que confluye la falta de respeto, de civismo, de conciencia, de educación, de tolerancia con un exceso de ignorancia, de egoísmo, de fanfarronería, de ruindad y de miseria moral. Y últimamente, incluso de drogas y alcohol, como ha sucedido esta semana en Asturias o Cataluña. Por no hablar de la impunidad personal y el olvido social.

A todos se nos ocurre que sería deseable intentar erradicar estas carencias y estos abusos desde el lugar más lógico, desde los colegios, a base de educación vial, de educación ciudadana, pero no he visto ni un solo gesto a nuestros políticos –de cualquier signo, de cualquier ámbito- que vaya por este camino. O pensar en un código penal a la finlandesa, en el que estas aberraciones fueran castigadas con sanciones proporcionales al ‘bolsillo’ del infractor y con un componente reparativo obligatorio: ¿qué tal atendiendo los fines de semana a personas ‘marcadas’ de por vida por un accidente? Tampoco van por ahí los tiros, a pesar de lo que se comentó hace un par de años.

Si no fuera porque Interior los considera como “acoso, amenazas o coacciones”, un escrache ciclista podría ser el camino para convencer. Pero en este absurdo país en el que cualquier protesta razonada y razonable es ya una amenaza antisistema, parece menos peligroso el riesgo mortal de las carreteras.

jueves, 18 de abril de 2013

Y Oscar Freire se convirtió en ‘El genio del arco iris’


“Siempre me han gustando las biografías de deportistas, no sólo de ciclistas, como una forma de entenderlos en su totalidad. Pero veía que iban pasando los años y que un corredor tan excepcional en todos los sentidos como Oscar Freire se iba a quedar sin ella. En 2009, cuando teníamos el pálpito de que podía ganar el Mundial por cuarta vez, en Mendrisio, comencé a plantearme en serio que podía escribirla, pero la decisión definitiva la tomé cuando ganó la Milán-San Remo, en 2010”. Ahora, tres años después, ‘El genio del arco iris’, la esperada biografía del tricampeón del mundo, es ya una realidad que se encuentra desde estas semanas en las librerías y que mañana se presentará en Madrid, con la presencia del propio Oscar y, naturalmente de Juanma Muraday, el autor que nos cuenta la génesis del mismo, sin olvidarnos de los representantes de Titanio Ediciones, que han plasmado en papel una carrera profesional irrepetible.

“Era un proyecto que lógicamente no podía afrontar si Oscar no daba el visto bueno. Le pregunté a varios periodistas como Sergi López-Egea o Carlos Arribas y me animaron. Y la verdad es que por parte de Freire y de su familia sólo puedo hablar maravillas, ya que he tenido la máxima colaboración. Y he descubierto a una persona excepcional en todos los sentidos, lo mismo que su mujer. Pero no sólo de él, sino de todos los que os he consultado para escribir el libro”. Y en resultado, en 452 páginas, “ha sido muy satisfactorio para todos y en mi caso, incluso diría que espectacular. No me podía ni imaginar que iba a quedar algo así cuando comencé a escribirlo”.

De hecho, Freire le comentó –cuando leyó la obra completa antes de entrar en imprenta- que “sabes más cosas de mí que yo mismo”. No es por el carácter despistado del cántabro –aunque lo sea- “sino porque he consultado a muchas personas que han estado a su alrededor y me han contado detalles que posiblemente el propio Oscar no se apercibiese”.

El principal problema podía surgir después, a la hora de editar el libro, ya que en este país no hay mucha tradición de literatura deportiva y mucho menos ciclista. “Pero en este aspecto reconozco que también tuve suerte ya que a los tres días me dieron el OK, cuando pensaba que me iba a costar más”. Y no deja de ser curioso que tuviera una segunda oferta, precisamente de la editorial especializada Cultura Ciclista, cuya labor de difusión nunca agradeceremos lo suficiente. “Conocí a Bernat dos semanas después y lógicamente se interesó, pero ya había llegado al acuerdo con Titanio”, que ojalá también siga este camino.

En las próximas fechas, cuando comenzamos a 'meter mano' al libro, iremos descubriendo o redescubriendo a Freire, pero no puedo resistirme a preguntarle a Juanma sobre el aspecto que más le ha sorprendido del ciclista. “Sin duda, cuando ha estado lesionado. Es un corredor que, aunque no lo parezca, ama muchísimo la bicicleta. Por eso durante esos periodos en que su carrera no estaba nada clara lo pasó realmente mal”. Ni tampoco sobre el futuro como ex corredor. “Ahora mismo le veo volcado con su familia. Pero como decía, le gusta muchísimo la bicicleta y seguro que pronto le vemos de nuevo en este mundillo, aunque sinceramente no se cómo”.

Muraday reconoce que el esfuerzo por escribir el libro le ha dejado “un poco saturado, ya que ha sido a base de mi tiempo libre, de muchas horas de dedicación”. Por ello ni se plantea una nueva aventura, aunque reconoce que si lo hiciera, sin duda el ciclista elegido sería “Purito. Como catalán y como corredor, no tengo ninguna duda”.

viernes, 12 de abril de 2013

Brindemos con una Amstel por el éxito de una clásica


Su origen no es tan político-periodístico como el de la ‘Ronde’, al que ya me referí hace unas semanas, ni tampoco ligado a la promoción que quiso hacer Theodore Vienne de sus industrias y su velódromo con una carrera que uniese la céntrica París con la olvidada Roubaix.

Nació en 1966 simplemente como un proyecto de dos holandeses, Ton Vissers y Herman Krott -en la imagen-, vinculados al ciclismo como organizadores de pruebas menores y gestores de equipos deportivos, que crearon una empresa llamada Inter Sport para organizar, a lo grande, una carrera que transcurriera por todo el país, con el rimbombante nombre de Amstel Gold Race, y no vinculado al río holandés sino a la empresa cervecera, que apoyó la idea desde el principio… quizá porque Krott era comercial en esta firma, lo que posiblemente le abrió las puertas de este patrocinio

Una prueba que se iba a disputar el día de la fiesta nacional holandesa uniendo Ámsterdam con Maastricht, sobre 280 kilómetros. Pero los inicios no fueron precisamente halagüeños, y se relatan de forma interesante en la versión inglesa de Wikipedia sobre la carrera. Básicamente se dieron cuenta de que, al trazar el recorrido, se iban a ir muy por encima del kilometraje previsto, por lo que se vieron obligados a cambiar el trazado, pensando en Rotterdam como inicio alternativo… que se vieron tuvieron que descartar al no tener permiso para utilizar el puente que daba salida de la ciudad.

Al final, desde Breda hasta Meersen… aunque protestas sociales de carácter hippy-anarquista, por un lado, y de carácter monárquico-nacionalista, por otro, en desacuerdo con que la princesa Beatriz de casara con un alemán, estuvieron a punto de frustrar el nacimiento de la clásica, aunque se salvó in extremis, justo cuando se iba a dar una rueda de prensa para anularla. Eso sí, seguro que los organizadores brindaron con una Amstel al término de aquella primera edición, que tuvo como vencedor a un ciclista irrepetible como Jean Stablinski, campeón cuando se le exigía, pero gregario excepcional si se le necesitaba.

En este casi medio siglo de vida, la Amstel ha tenido numerosas vicisitudes, principalmente referidas a su recorrido, hasta que quedó definitivamente dibujado en la provincia de Limburgo, la más ciclista de todo el país, en ese apéndice holandés que penetra en Bélgica y que fue protagonista del pasado Campeonato del Mundo. Eso sí, Amstel ha sido siempre un fiel patrocinador de la prueba, demostrando que cerveza y ciclismo casan muy bien. Por cierto, Inter Sport abandonó muy pronto la organización de la clásica, aunque Krott –que falleció en 2010- continuó algunos años más en solitario y siempre como alma de la prueba,  ahora en manos del ex profesional Leo Van Vliet.

Deportivamente se ha consolidado como una de las grandes clásicas de primavera, con un palmarés de excepción en el que se destaca el nombre del holandés Jan Raas, quíntuple vencedor, lo que le valió a la prueba el sobrenombre de Amstel Gold Raas. Desde 1989 está integrada en la Copa del Mundo y en el UCI WorldTour, primero como remate de las pruebas de las Ardenas; desde hace algunos años, como lógica transición entre las clásicas de los pavés a las de las cotas. Pero si algo distingue a la prueba limburguesa es ser la más pestosa de todo el supercalendario internacional, no sólo por las cotas que jalonan el recorrido –hasta 33 en esta edición- sino por los continuos cambios de carreteras, en su mayor parte muy estrechas, con un sinfín de cruces y giros que aburren al más pintado.

Pero lo que realmente marcaba el desarrollo de la prueba es el Cauberg, el mítico repecho en el que finalizaba la prueba desde 2003, lo que reducía bastante los posibles desenlaces finales… aunque Oscar Freire estuvo a punto de hacernos soñar el año pasado con un inesperado pero bien trazado ataque a falta de una decena de kilómetros. Por ello, el cambio en la línea de meta, tomando como referencia el último Mundial, ha sido acogido muy favorablemente por casi todos, a tenor de que abre –y mucho- las opciones tácticas de cara al desenlace de la prueba. La llegada tampoco será exactamente la de septiembre, ya que entonces estaba en un descampado para favorecer la colocación de las megaestructuras del evento; ahora está un poco más lejos, 1.800 metros después de haber coronado el Cauberg, en la ‘pedanía’ de Berg en Terblijt, más o menos donde acabó el Europeo de 2006.

El recuerdo del Mundial se acrecentará porque también ha cambiado la parte final, afrontando antes de esa subida definitiva las dos cotas que se transitaron entonces, Geulhemmerberg - 1.000 metros al 6%- y Bemelerberg - 1.200 metros al 4,1%-, pero no deberíamos olvidarnos de que aquel día el viento fue un molesto invitado, y que el desenlace no fue el mejor para la escuadra nacional… a pesar de la medalla de Valverde. Quizá entonces comprendimos por qué no hay todavía ningún español en el palmarés de la prueba. Ojalá se pueda brindar –con una Amstel- el próximo domingo porque esto haya cambiado.

PS: Por cierto, muy cerca de la base del Cauberg, en Valkemburg, está el impresionante Amstel Gold Race Experience, un lugar difícil de definir y catalogar, entre bar, museo y biblioteca, pero imprescindible si te gusta el ciclismo, y en donde la UCI ubicó su centro de acreditaciones en los pasados Campeonatos del Mundo.

miércoles, 10 de abril de 2013

De aquellos barros de Sagan, estos lodos de Rowney


Aunque el dicho original es “de aquellos polvos, estos lodos”, he preferido utilizar la expresión alterada, la de la calle, pues refleja mejor el paralelismo entre el barrizal en el que se metió Peter Sagan en el podio de Flandes al lodazal que supone la acción de una semidesconocida ciclista australiana, Loren Rowney, que imitó el gesto del eslovaco, como reproduce esta imagen tomada del diario ABC en su edición digital. Por cierto, el de Cannondale se ha disculpado hoy con la azafata.

¿Y ahora qué? Me imagino que no se tratará de igual forma a la corredora, en cuanto a justificaciones, disculpas, inculpaciones, cachondeo, sexismo… De hecho, Rowney contestaba en su cuenta con un lacónico “Peter, who?” cuando la corredora canadiense Gillian Carleton comentaba el paralelismo de ambas acciones. Es lo de menos.

Lo que no quiero es desaprovechar esta triste imagen para lanzar dos reflexiones. Por un lado, la igualdad entre sexos –el género es algo propio de las palabras no de las personas- debe buscarse manteniendo un mínimo de dignidad, no rebajándolo, haciendo la vista gorda a actuaciones sexistas que, por habituales entre los hombres, pasen a ser consideradas tolerables también para las mujeres. Y como dije hace unos días, lo más anacrónico de todo es la presencia de azafatos y azafatas.

Pero sobre todo, lo que me da pena es que la única noticia sobre ciclismo femenino que leo en un medio generalista –y en la sección de deportes, que es lo grave- sea por tamaña tontería. ¿Es este el único camino que les queda a las corredoras? Apañados vamos, apañadas van.

lunes, 8 de abril de 2013

La UCI, contra las romerías… y contra algunas organizaciones más serias


Aunque no ha tenido mucha trascendencia en España –al menos en el ciclismo de carretera, que ayer en el Open de España en Jerez sí se comentaba-, anda el mundillo ciclista un poco revuelto como consecuencia de una carta de hace unas semanas del presidente de la UCI, Pat McQuaid, acerca de la participación en carreras no oficiales.

En el fondo, se trataba de un recordatorio de un artículo –el 1.2.019- que ya lleva muchos años en el Reglamento UCI y que textualmente dice: “Ningún poseedor de licencia puede participar en una prueba que no ha sido inscrita en un calendario nacional, continental o mundial o que no es reconocido por una federación nacional, una confederación continental o la UCI”, aunque se especifica que se pueden conceder autorizaciones especiales para determinadas manifestaciones deportivas por la federación del país donde se desarrolla la prueba.

Este artículo se complementa con el 1.2.021 que prevé una sanción de un mes y una multa de 50 a 100 francos suizos para los que quebrantes la mencionada norma.

Como decía, una norma antigua que en la práctica resultaba de muy difícil aplicación, quizá por tratarse de pruebas menores, de lo que se han llamado popularmente romerías.

Sin embargo, que sea la propia UCI la que haya tomado cartas en el asunto, instando a las Federaciones Nacionales a que tomen las medidas disciplinarias oportunas contra cualquier ‘licenciado’ –no sólo los que pertenecer a equipos UCI, como se pensó en un principio- parece evidenciar la ‘preocupación’ del máximo organismo mundial por estas pruebas.

Y es que ya no estamos hablando de simples carrerillas de pueblo, sino de pruebas de alto nivel que ‘pasan’ de inscribirse en los calendarios oficiales por razones fundamentalmente económicas y no sólo por las tasas que deben pagar sino muchas veces por evitar los requerimientos reglamentarios. En este caso estamos ante una decisión fácilmente comprensible, sin duda.

Sin embargo, parece que no van solamente por ahí los tiros. En Estados Unidos, pero también en otros países ‘emergentes’, encontramos numerosas competiciones y circuitos, especialmente en BTT o ciclocross, pero también de ciclismo urbano, con características especiales fuera del ámbito UCI. Especialmente significativo es el caso del enduro, una disciplina que cuenta con un importante número de participantes y seguidores y a la que el máximo organismo mundial no termina de controlar, o las pruebas de resistencia o larga distancia de mountain bike.

De momento la advertencia está lanzada y veremos la evolución en las próximas horas –es decir días, semanas o meses- antes de valorar la gravedad de la misma y sus consecuencias, que de momento van contra los corredores ya que –desgraciada pero lógicamente- las organizaciones quedan fuera del ámbito sancionador de los organismos ciclistas.

Foto procedente del blog iurgi.blogspot.com

miércoles, 3 de abril de 2013

Velo-polo: cambiando los caballos por ‘burras’



Aunque la UCI siempre ha gestionado muy bien la inclusión de las distintas disciplinas ciclistas que nacen fuera de su ámbito –el BTT y el BMX son dos excelentes ejemplos, aunque al trial le queda todavía el ‘grano’ del biketrial-, hay al menos dos modalidades bastante populares que aún no están integradas en el seno del máximo organismo mundial.
Una de ellas sorprende bastante ya que su origen es contemporáneo al ciclismo más tradicional, en pista o carretera. Se trata del velo-polo, polo-velo, cycle-polo, bike polo o polo en bicicleta, que no es sino una versión del aristocrático polo en el que los caballos han dejado paso a las ‘burras’. Una modalidad que nació en Irlanda, en 1881, creada por un antiguo ciclista de carretera, Richard J. Mecredy, y que tuvo pronto muchos adeptos a ambos lados del Canal. De hecho, en 1908 fue deporte de demostración en los Juegos Olímpicos de Londres.


También extraña su exclusión del ámbito federativo oficial –aunque la UCI la reconoce desde 2001, pero no la regula- en base a su difusión, ya que es un deporte presente, con mayor o menor entidad, en los cinco continentes, tanto en la vieja Europa (Alemania, Suiza, Polonia, junto a las ‘tradicionales’ Gran Bretaña, Irlanda y Francia), como fuera de ella, en países anglosajones (Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, India, Pakistán…) y de otras culturas (Argentina, Colombia…). Es más, en Francia, por ejemplo, es otra modalidad más de la FFC y existe un campeonato nacional ¡desde 1932! Y a nivel internacional encontramos asociaciones como la American Bicycle Polo Association con una cierta solvencia, y competiciones. Por el contrario, en España la práctica es meramente testimonial, aunque con algunas interesantes iniciativas.
Quizás la razón principal es que no existe una reglamentación homogénea. En el ámbito anglosajón, encontramos equipos de cuatro jugadores, todos ellos de campo, con dos reservas; en Francia, en cambio, se añade un portero, por lo que pasan a ser de cinco. El tiempo de duración de los partidos también es variable según las zonas.


El terreno de juego, en cambio, viene a ser similar: una superficie de césped de 150 x 100 metros, si bien en la práctica se utilizan campos de fútbol o rugby, con unas dimensiones algo menores. Una bicicleta tipo mountain bike –las hemos encontrado con cambios pero también de piñón fijo-, un ‘mazo’ de madera y una pelota tipo balonmano o fútbol sala, sin olvidarnos del casco, componen el equipamiento básico para comenzar a jugar.
Incluso es una disciplina que ha sabido adaptarse a los tiempos, con una versión reducida, hardcourt bike polo o urban bike polo, aprovechando otros recintos deportivos de menores dimensiones en las ciudades como canchas de baloncesto, pistas de tenis, e incluso aparcamientos. En este caso, las reglas son bastante variables según las localizaciones, aunque también es frecuente que se sustituya la pelota por una bola menor, como la de hockey. Esta disciplina está bastante cercana al ciclobol, una de las modalidades integradas en el ciclismo en sala, que sí está regulado por la UCI.


Si he despertado vuestro interés –o al menos curiosidad- sobre esta disciplina, en esta página, aunque desactualizada, tenéis bastantes enlaces sobre el tema.

lunes, 1 de abril de 2013

Sagan: envidias, actuaciones injustificables y anacronismos


Mucho me temo que, a pesar de ser un ciclista único, que nos dará muchos momentos de gloria y disfrute, Peter Sagan va a ser mirado con lupa en todas y cada una de sus acciones. Sus maneras no encajan con el ‘establishment’ del ciclismo y por ello las críticas que ha recibido por sus caballitos, por sus imitaciones Forrest Gump o simplemente por cualquier movimiento –o ausencia de él- que realice en carrera. Y claro, en este contexto no es fácil distinguir las críticas razonables y razonadas con los ataques frutos de la envidia, de esa tiña que tantos deberían curarse antes de hablar. Y desde luego, la imagen de un corredor como él –con todas sus virtudes y sus defectos- es algo que siempre debe agradecer el ciclismo, cortos de miras aparte.

Sin embargo, su última acción que le ha puesto al pie de los caballos ha sido su comportamiento machista ayer en el podio de la Vuelta a Flandes. Como cualquier otro que no haya estado presente no puedo juzgar las razones de tan absurda actuación, aunque mucho me temo que sería una complicidad con alguno de los fotógrafos que estaban ‘al otro lado de la imagen’. El resultado, en cualquier caso, incalificable e injustificable, aunque Sagan tuviera suficientes reflejos para disculparse con prontitud, intentando quitar toda impronta de machismo y de desprecio a las mujeres de su gesto.

Pero aparte de esta reflexión, me gustaría transmitir otra sobre la que tuiteaba @anderiza hace pocas horas: “Más allá de eso: ¿hay algo más cutre y machista que las azafatas de los podios y su besito para el campeón, en pleno siglo diecitantos?”. Un anacronismo sobre el que comparto la opinión anterior plenamente -estéticas aparte- y que comprenderíamos en su justa medida después de ver, como yo he visto, lo absurdo que puede resultar –también- una prueba femenina con azafatos en la ceremonia protocolaria.

PD: Obviamente la foto es un 'fake', ¿pero que hubiera pasado si...?