miércoles, 11 de mayo de 2011

Espectáculo y seguridad en ciclismo no deben estar reñidos

Llevamos unos días muy agitados en el Giro de Italia tras el fallecimiento de Wouter Weylandt, en un debate que se centra en dos aspectos que muchos quieren encontrar como dicotómicos: espectáculo o seguridad. Y que son perfectamente compatibles. He leído y he escuchado muchas –quizá demasiadas- opiniones al respecto y he sacado algunas conclusiones que me gustaría compartir con vosotros, pero con el objetivo último de buscar soluciones, no de avivar la polémica.

1. La muerte del ciclista belga fue una fatalidad, un producto de la mala suerte, de ese ángel de la guardia que se despistó, en palabras –muy acertadas- de Fernando Llamas. Y no lo digo yo, sino que en ello coinciden muchos de los protagonistas de este Giro (véase As). Que a nadie se le olvide que este deporte conlleva muchos riesgos, en especial cuando vas a más de 80 kilómetros por hora, sostenido por apenas dos secciones de neumático de apenas 2 centímetros de ancho, y sin ninguna protección para tu cuerpo, salvo un casco que costó muchísimo tiempo en hacerse obligatorio: tuvo que ser a causa de la muerte de otro ciclista, ante la oposición de buena parte del pelotón mundial. Eso sí, también he oído algunas tonterías como que los ciclistas salgan con mayores protecciones: ni que esto fuera un downhill, donde si lo hacen por la más elemental de las lógicas.

2. Dando por supuesto que la muerte de Weylandt fue inevitable, no menos cierto es que muchas personas –ciclistas, seguidores y espectadores- estaban preocupadas por los aspectos relativos a la seguridad. Se adelantó Manolo Saíz diciendo que el Giro era la carrera más espectacular, pero la peor organizada, y lo ratificó Pablo Lastras –en un momento demasiado delicado- que era “algo que se veía venir” y que los elementos de seguridad “brillaban por su ausencia”. Y es que, aunque el ciclismo sea un deporte que conlleva un peligro, es la obligación de todos velar porque ese riesgo se minimice, mediante actuaciones encaminadas a proteger al corredor. Obviamente ya ni siquiera mento todo aquello que puede agravar las condiciones. Hay organizaciones que se vuelcan en estos aspectos, pero ciertas medidas como la supresión del pinganillo son absolutamente contraproducentes en este sentido (y eso que en el Giro los corredores aún los llevan).

3. En medio de este debate han surgido muchas voces catastrofistas, interesadas, amarillistas, a las que no tenemos que escuchar. Sus objetivos no son los del deporte, ni mucho menos los del ciclismo. No digo más, ya que lo ha reflejado mucho mejor Coboles&Hills: “Cuando una desgracia se convierte en demagogia”.

4. Uno de los artículos que más me ha gustado ha sido en de Pascale Schyns, “El peligro de transgredir las reglas”. Os recomiendo que lo leáis, pero básicamente señala que la norma de los 200 corredores es, ante todo un elemento de seguridad, y que los grandes organizadores obtienen más fácilmente que los pequeños derogaciones a esta y otras normas. Tampoco creo que sea la presencia de 207 corredores la causa de la muerte de Weylandt, ni que siquiera influyera. Pero si hay numerosos elementos en carrera que deben ser tenidos en cuenta según el número de ciclistas. No se pueden poner etapas llenas de ratoneras cuando el pelotón está al completo, como sucede en el Tour, ni pensar que estrechamientos, rotondas, curvas cerradas, descensos pronunciados son elementos del espectáculo. No, no y no. A más puntos negros, más y mejor señalización.

5. ¿Y que pintan los corredores? Poco, muy poco, nada. Pero los ciclistas han demostrado durante muchos años que protestan tarde, mal o nunca. Se han tragado un montón de normas que van contra su dignidad y cuando reaccionan, lo hacen desunidos o de forma inoportuna. Y para muestra, un botón: Cuando Alberto Contador reconoció el Monte Crostis manifestó a la Gazzetta dello Sport "Me da miedo, nunca he visto una cosa similar, se va más allá del límite". Si es inhumana, por favor renunciar a esa etapa, que estáis a tiempo; incluso hubiera sido mejor hacerlo antes de haber comenzado el Giro. No esperéis al día D, o como se dice en las bodas americanas, “Quien tenga algo que decir, que lo haga ahora o calle para siempre”. Eso sí, no estaría de más que un comité de corredores –no una camarilla de esas designadas desde arriba-, supervisara todas las etapas de las grandes pruebas y señalara esos puntos negros y la forma de evitarlos o paliarlos.

6. Para colmo de males, dos días después de la tragedia llegaba el ‘sterrato’, las ‘strade bianche’, o las pistas de tierra sin asfaltar, para entendernos mejor. Dos buenos amigos como Manolo Saíz –“hablamos de ciclismo en carretera”- o Rafa Díaz Justo –“nunca se mira por el corredor, imaginaos con lluvia”- se oponen totalmente. Yo pienso que una etapa en estos tramos es tan justificable como los pavés del Norte de Francia, aunque con menos tradición. Y que curiosamente ese ‘salto atrás’ puede ser una buena evolución incluso en lo tecnológico. Y creo que pueden decidir deportivamente –no sólo por caídas o pinchazos- y que son un elemento interesante, que no tiene por qué ser inseguro. Guti, en As, también lo ve así. La estrechez de las carreteras y caminos, su limpieza, y sus cunetas pueden ser elementos más decisorios que el propio firme, de arena o asfalto, como se vio en la caída de Tom Jelte Slagter. Eso sí, un descenso pronunciado sin asfaltar puede ser tentar demasiado a la suerte.

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