jueves, 10 de febrero de 2011

Un invierno en Mallorca sin pinganillo

He tenido la suerte de vivir en primera persona y muy de cerca la primera carrera española de la temporada sin pinganillo. Han sido cuatro días en los que se han podido sacar algunas primeras lecturas de lo que va a ser este deporte a partir de ahora. Porque mucho me temo que, a pesar de la casi masiva oposición de los equipos y la mayoritaria de los corredores a esta supresión, la UCI no va a dar marcha atrás. Si no hubo diálogo en las fases anteriores, no tiene por qué haberlo ahora y menos aún cuando las medidas ‘de presión’ por parte de estos dos colectivos han sido hasta el momento testimoniales. Y el gran ‘capo’ del ciclismo, Le Tour, está por la supresión en una pretendida y falsa asociación al espectáculo. Y por una vez y sin que sirva de precedente coincide con la UCI, no se hable más.

Además, los corredores –insisto, a favor de la comunicación bidireccional en una gran mayoría- pretenden que la iniciativa de la protesta la lleven los directores. Y estos dejaron pasar la oportunidad de manifestarse en el Down Under, donde más le podría haber dolido a la UCI en su proyección mundializadora, o en Qatar. Claro que allí manda quien manda. Y no son los jeques.

Espectacularidad

Mucho se ha hablado del corredor valiente, liberado de la dictadura de las órdenes del equipo, con el libre albedrío de poder decidir si quería o no atacar. Y que todo ello es sinónimo de espectáculo. Y mucho me temo que no he encontrado a muchos corredores así en esta Challenge. Más bien a casi ninguno. Y aunque se diga que esta carrera es secundaria, para muchos ciclistas no hay victorias menores… o no hay posibilidades mucho mejores de obtener alguna victoria para dar tranquilidad a la temporada. Por ellos y por sus equipos. Antonio Cabello, el ‘capo’ de Andalucía-CajaGranada me reconocía que incluso había visto menos combatividad, “porque antes, cuando no se metían en una fuga, ya les estaba moviendo para que la anularan”. Matxin, siempre bastante claro en sus apreciaciones, confirmaba este punto de vista: “Otros años hemos visto ciclistas que se comían la carretera de ganas en este inicio de la temporada. Pero ahora ha sido fuga y marcheta. Van a conseguir precisamente todo lo contrario de lo que querían, mucho más conformismo”.

Más bien, y sigo con mis impresiones, me he encontrado a bastantes corredores desinformados e incluso despistados en carrera. Bien es cierto que –como me reconocía otro director que prefiere el anonimato- alguno tendrá que reciclarse ya que solían salir incluso sin haberse estudiado el perfil de la etapa confiando en la omnipresencia de las órdenes de equipo. Pero lo cierto es que en un pelotón de casi 200 unidades, algunos desconocían totalmente la situación de carrera en cuanto a escapados y diferencias, ya que la pizarra no pude informar a todos y cada uno de ellos. Y bajar al coche de equipo solamente por ello daba un poco de ‘pereza’. A lo mejor también tiene que reconvertirse el pizarrero para mostrar la información a todos ellos. Pero no debería ser así en pleno siglo XXI.

Pero eso no es todo. La mayoría de los ciclistas han olvidado el antiguo hábito de informar de la causa de su llamada, por ejemplo, señalando la rueda correspondiente si habían sufrido un pinchazo o levantando el bidón para el avituallamiento. Todo ello hace perder también un tiempo precioso de reacción. E incluso los propios corredores no son conscientes de que la atención a sus llamadas conlleva ahora bastante más tiempo que antes.

También he visto a directores en las últimas posiciones de la caravana al borde de un ataque de nervios tener que adelantar a veinte vehículos en una carretera estrecha y revirada para dar una simple consigna que antes daban por radio en un gesto rutinario. Quien no quiera ver que estas acciones contribuyen a incrementar la inseguridad en la carrera es que no conoce este deporte. O desesperados, llamando a bocinazos a un corredor que no vuelve la cabeza ni por asomo. Y es que lo que al principio fue una broma entre Alvaro González de Galdeano y este servidor de personalizar el claxon, me parece que va a tener que ser algo inevitable para que se identifique el coche de equipo por el sonido. No he tenido la ocasión –por suerte- de ver adelantar a un director como loco –desafiando cualquier peligro y cualquier prohibición- para llegar a un corredor en cabeza que se está jugando la victoria. Y que nadie se olvide que estos comportamientos eran habituales en los años ochenta, hasta la utilización del pinganillo.

Seguridad

Siguiendo con el tema de la seguridad, realmente en un par de ocasiones el que se ha preocupado, incluso cabreado, he sido yo, al recibir noticias por la emisora interna sobre el estado de la carretera algunos kilómetros más adelante –una vez por la presencia de unas ovejas y otra por zonas resbaladizas debido al agua en la calzada- y tener que tragarme esa información ya que no la iban a poder recibir de ninguna forma los corredores. Quizás tengan razón los que dicen que así van más atentos a los peligros los corredores. Pero también es cierto que peligro avisado, peligro paliado. Y en este caso, haberla emitido por radio vuelta no hubiera sino servido para sembrar una preocupación innecesaria entre los directores por irresoluble. La única solución que se me ocurre es que va a tener que ser el organizador, mediante las motos enlace, quien tenga que ‘señalar’ in situ todas estas zonas peligrosas, obligando a un esfuerzo mayor a nivel de medios… y económico. Y no están los tiempos para más gastos.

Y obviamente cambiar el pinganillo del equipo por el de radio vuelta para dar estas informaciones relativas al estado de la carrera y de la carretera es un tormento chino que ningún ciclista aguantaría, según me han comentado los propios afectados. Una propuesta que tampoco resiste un análisis serio sobre su viabilidad.

En fin, como decía al principio, éste es el ciclismo del siglo XXI que nos espera salvo que la UCI imponga el diálogo y se aporten iniciativas para estudiar una solución que convenga a todos. Difícil, muy difícil, pero siempre me ha gustado la sentencia “sé realista, pide lo imposible”.

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