jueves, 29 de abril de 2010

Hecha la ley, hecha la trampa

Según el Reglamento del Deporte Ciclista, concretamente el artículo 2.1.009, “sólo los equipos continentales UCI del país, los equipos regionales y de club, los equipos nacionales y los equipos mixtos, pueden participar en las pruebas nacionales”. Sin embargo, seis corredores de un par de equipos UCI Pro Tour, concretamente Dave Zabriskie, Tom Danielson y Tom Peterson, del Garmin, así como Lance Armstrong, Levi Leipheimer y Jason McCartney, del RadioShack, están participando desde el miércoles hasta el próximo domingo en el SRAM Tour de Gila, una prueba del calendario nacional estadounidense. ¿Cómo es posible?


La UCI, tan estricta para algunas cosas –por ejemplo, en su firme decisión de no permitir las Challenges como una fórmula que es idónea para el inicio de temporada, ¿verdad Mallorca?-, ha dejado una puerta abierta en su Reglamento que puede sentar un peligroso precedente. Puede ser perfectamente comprensible que la normativa no sea tan estricta en aquellos países donde se quiera promocionar el ciclismo. O incluso para pruebas tan ‘peculiares’ como el Tour de Gila, una carrera idónea como preparación para la Vuelta a California debido a la altitud de Nuevo México, donde se celebra. Pero Estados Unidos es ya una de las máximas potencias del ciclismo mundial y no es ‘oportuno’ que una de sus pruebas tenga este tipo de ‘derogaciones’.

La puerta abierta a la que me refiero en el párrafo anterior la encontramos en los artículos 2.8.001 a 2.8.003 que definen las llamadas ‘pruebas individuales’: “Una prueba en ruta en la que participan exclusivamente corredores a título individual” y que “sólo puede ser inscrita dentro de un calendario nacional”. Y entre la condiciones de participación se menciona que “los corredores que pertenecen a un UCI ProTeam pueden participar como máximo al año en tres pruebas individuales” y “como máximo tres corredores pertenecientes a un mismo equipo inscrito en la UCI pueden participar en una prueba individual”. Mucho más permisivo, por ejemplo, que las marchas cicloturistas, donde los ‘pros’ solo pueden tomar parte si la prueba lleva su nombre o si obtienen la autorización previa del máximo organismo ciclista internacional.

Eso sí, no he encontrado ninguna referencia reglamentaria a que no puedan correr con los maillots de sus equipos UCI Pro Tour, por lo que no entiendo por qué Armstrong y compañía han recurrido a un maillot de la tienda de bicis del texano, Team Mellow Johnny's –en el que se ve claramente RadioShack-, mientras que los Garmin lo hacen con prendas que publicitan la empresa de Zabriskie, DZ Nuts.

Y hecha la ley, hecha la trampa…. siempre que la reglamentación nacional no sea contraria a la de la UCI, lo que no suele suceder. Si tomamos como ejemplo España –por ser lo más cercano que tengo y lo que mejor conozco-, nos encontramos con que existe una categoría, poco conocida, la 1.20, referida a prueba individual, con participación a título individual de corredores elite pro, elite open, sub 23 open, élite y sub 23, conforme al mencionado capítulo VIII del Reglamento UCI. Es decir, el organizador del Gran Premio Trofeo El Buen Ciclista, de Villanueva de las Villas, puede promocionar su carrera de aficionados de toda la vida (de clase 1.12.4, por ejemplo) cambiándola a 1.20.1: junto a los equipos de club nacionales que siempre han participado y podrían seguir haciéndolo sin limitaciones, podrían presentarse simultáneamente a tres profesionales del Caisse d’Epargne, tres Euskaltel, tres Footones, tres Xacobeos y tres Andalucías, así como los ciclistas que quiera de Orbea, Caja Rural y Burgos. ¿Y por qué no tres ciclistas de cada uno de los equipos Pro Tour y continentales del mundo mundial, si el reglamento no lo impide? Como mucho, habría que ‘maquillar’ los maillots.

Estoy seguro de que en España imperaría en sentido común y sería imposible esta aberración que va no contra la letra, sino contra el espíritu de la normativa. Pero la posibilidad existe y quizá pueda ser aprovechada en otros lugares. Pero por si acaso, la advertencia está lanzada, y siempre es mejor curar que lamentar.

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