martes, 17 de noviembre de 2009

Cancellara quiere ‘recuperar’ el récord de la hora

Las recientes declaraciones del mejor contrarrelojista actual, Fabrian Cancellara, en el sentido de que “tarde o temprano” tendrá que afrontar el récord de la hora, han contribuido a despertar el interés por una de las especialidades ciclistas que tradicionalmente han tenido más gancho para los aficionados, pero que había caído lamentablemente en el olvido en los últimos años. Es, además, una de las más antiguas, más que el propio Tour de Francia, prueba con la que mantiene una curiosa vinculación: el primer recordman de la hora, en 1893 –diez años antes de la creación del Tour- fue Henir Desgrange, el inventor de la ronda gala, con 35,325.

Las características de esta prueba son tan sencillas –recorrer la mayor distancia posible en una hora, dentro de un velódromo- como exigente su realización, por el gran esfuerzo que necesita, por lo que siempre ha sido una prueba destinada a los grandes del ciclismo mundial, y no exenta de anécdotas. Fausto Coppi, por ejemplo, batió el récord (45,798) en el velódromo milanés de Vigarello, bajo las bombas en la II Guerra Mundial, mientras que Jacques Anquetil lo hizo por dos veces: la primera cuando era un prometedor ciclista, pero semidesconocido; la segunda, en el final de su carrera… aunque no fue homologada ya que se negó a pasar el entonces incipiente control antidopaje. Por su parte, Eddy Merckx llevó la marca hasta los 49,431, en una intentona realizada en México, aprovechando el beneficio de la altitud, pero sin ninguna preparación especial y tras una larga y agotadora campaña. ¿Cuánto hubiera valido esa plusmarca de haberse preparado en condiciones? Seguro que algún kilómetro más y ¡a lo mejor seguía vigente!

En los 80 y 90, el récord vivió una vertiginosa popularidad, pero no sólo por las prestaciones físicas de los ‘outsiders’, sino sobre todo por la tecnología usada al servicio de los mismos. Fue gracias a Francesco Moser, que descubrió las lenticulares y buscó la mejor aerodinámica, que el record llegó a 51,141. Pero sobre todo el gran dinamizador fue Graeme Obree, el excéntrico ‘The Flying Scotsman’ –por cierto hay una película con este título que trata de su historia y que os recomiendo veáis-, que inventó dos extrañas posturas para un mejor rendimiento: la incomodísima del ‘huevo’ –sobre la inolvidable ‘Old Faithful’, el extraño artefacto que se construyó al efecto-, y la no menos confortable de ‘superman’, para llegar hasta los 52,713.



El británico Chris Boardman se convirtió en su gran rival, en un ‘pique’ que alentaron los medios, quienes también agradecieron que Miguel Indurain y Toni Rominger se sumaran a la batalla, que terminaría cuando Boardman recorrió 56,375 kilómetros, casi siete más que la marca de Merckx, la última realizada con una bicicleta convencional. La UCI se hartó de esta primacía de la máquina sobre el hombre y anuló todas estas actuaciones, recuperando esos 49,431 como plusmarca a batir. Menos mal que el británico no dio por buena la decisión y en octubre de 2000, en plenos Mundiales de pista de Manchester, superaba la viaja marca, aunque sólo por diez míseros metros: 49,441.

Tuve la suerte de estar entre los espectadores de aquella hazaña, ya que, como me dijo Joan Llaneras, ir a casi cincuenta por hora en una pista con una bicicleta de puntos –que así son las que se tienen que usar, sin cuadros aerodinámicos, acoples, ruedas especiales o cascos de crono- es una auténtica hazaña.

Quizá por ello, el récord de la hora cayó en el olvido. Y el hecho de que un desconocido ciclista checo de nombre Ondrej Sosenka lo llevase a 49,700 en 2005 no contribuyó a recuperarlo del olvido, más bien al contrario. Algo que sí puede conseguir –ahora o dentro de algún tiempo- Fabian Cancellara, aunque los 51,580 kilómetros por hora de media que logró en el Mundial de Mendrisio no sean en ningún caso extrapolables a un velódromo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario